Luego del bombazo en la automotora Atal de Providencia, “El Mercurio” dio inicio oficialmente al periodo de espanto, terror, miedo y alerta que lo caracteriza cada vez que se acerca un 29 de marzo. ¿La idea? Aterrorizar durante los días previos sobre potenciales catástrofes para legitimar el máximo de represión posible. ¿Debe importarnos eso? Sí y no. Es necesario impedir que como todos los años la prensa desinforme y le otorgue desde sus tribunas el sentido a esta fecha, que como sabemos para ellos se traduce en un irracional vandalismo sin significado alguno.
1Necesario entonces es partir de lo más simple: impedir esta especie de corte del cordón umbilical con el pasado, este intento de autonomizacion del presente se expresa en una presentacion de la protesta como vacia de contenido porque ya no hay dictadura o en el mejor de los casos se ha hecho “justicia en la medida de lo posible”. Más aun, lo anterior sirve de argumento para la clásica frase de “entre los manifestantes se veían jóvenes que no vivieron esa época”. Precisamente el punto radica en la continuidad de una estructura económica impuesta a la fuerza ante el intento de hacer invisible dicha continuidad por un enfoque que infla la mirada en el cambio de apariencia del ámbito político y jurídico y los "logros" macroeconomicos que esconden la relacion entre la actual forma en que nos explotan y dominan con la necesidad de refundar el tejido social mediante una política del terror que amedrentara al proletariado a través de métodos brutales durante 17 años, extendidos mas sutilmente hasta el presente.
2.1Algo menos simple: de acuerdo a lo anterior, si creemos en la destruccion de la sociedad de clases, no quedarnos estancados en dicho proceso de reorganización del capital (1973-1990), sino ver en la conmemoracion la continuidad de un sistema economico. De ahí la necesidad de reivindicar la memoria combativa de los proletarios que cayeron como un ejercicio de actualizar la posición asumida por aquellos en tanto expresion de la lucha de clases ajeno a negociaciones sino bajo las multiples formas de enfrentamiento contra quienes nos matan de distintas formas y viven de las energías y tiempo de nuestras vidas.
2.2 Reivindicar una fecha que contenga todo lo anterior no requiere grandes argumentos ni discursos. Simplemente actos. Acciones contra aquello que nos oprime, contra aquello que es condición y resultado de nuestras vidas, ya sea en la miseria o con la soga al cuello por las deudas. Una vela, un acto, una reflexión, la simple destrucción de las mercancías (llámele la infraestructura de un banco, un paradero hecho para el bienestar de esperar la micro con el objetivo de dirigirnos hacia donde nos tienen horas trabajando para producir un mundo que no controlamos) o la interrupción del preciado orden social por donde circula la fuerza de trabajo a seguir reproduciendo las relaciones que nos subordinan.
2.3 Impedir que sea un día mas es tarea necesaria en el sentido que lo simbólico de cualquier reivindicación implique que las acciones sean integradas dentro del contexto global de la lucha de clases. El mismo discurso de la prensa ayuda mucho cuando dicen “destruyen sus cosas”. He ahí un gran punto. No son nuestras cosas, pero podemos hacer lo que queramos con ellas cuando entramos en revuelta.
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